125 FLORES, EL CUERPO, Y UNA CIUDAD




125 Flores, El Cuerpo, y una Ciudad











Exposición individual
Galería Beatriz Gil
Fotografias intervenidas con pintura 
Impresión calidad museo
2016
Caracas



125 flores, el cuerpo y una ciudad

Lorena González Inneco

2016 

Texto para el catálogo

 

            Una noticia en la prensa nacional hace varios años sobre un elevado número de muertes al cierre de un fin de semana, desataron el curso de una nueva investigación plástica para la artista Corina Briceño. En aquella oportunidad, ese número que alcanzaba alrededor de los 390 fallecidos y que ya se ha vuelto una marca de lo que recientemente ha colocado a nuestra Caracas en la catalogación de "la ciudad más violenta del mundo", hilvanó un nudo de nuevos procesos en el trabajo de esta creadora de amplia trayectoria. Los primeros pasos fueron extraños y duros: rostros, nombres, acontecimientos, tachaduras y sombras de aquellos desaparecidos que flotaban en el olvido cotidiano de la cifra. Luego vino el receso y la distancia obligatoria que requiere la impotencia y el dolor frente al volumen indescifrable del irrespeto a la vida. 

            El tiempo construyó otros recorridos. Llegó el silencio y con él los prolíficos vericuetos que reveló el propio cuerpo de la artista en sus recorridos habituales. La necesidad de relatar, de nombrar, de darle forma a aquella preocupación continuaba allí, buscando su espacio, labrando las aristas de un intervalo decisivo. Fue así como el tránsito diario que realizaba desde su casa ubicada en el sureste de la ciudad hasta el instituto donde dicta clases al oeste, comenzaron a brindar las claves de esa imperante traducción. Las imágenes fotográficas surgieron desde aquel movimiento mediante el cual atravesaba casi de punta a punta el extraño y querido territorio en guerra.

            Allí se propagaron las esquinas, los símbolos, las ampliaciones, los monumentos y los abandonos junto a los vastos y minúsculos espacios sensibles de una capital en riesgo constante. A la textura pictórica de lo fotográfico las impresiones sobre tela demandaron una nueva presencia: las flores. Para Corina Briceño cada una de estas flores que posteriormente pinta sobre las melancolías de la taciturna imagen urbana, son de algún modo una exhalación, una deferencia, un recordatorio de la muerte y de la vida; reflexión y crítica ante las dolientes transformaciones de ese paisaje en ebullición. En este caso las piezas se distancian del ritmo vertiginoso mediante el cuál crecen los dígitos fatales de los caídos, para volverse una acción poética hilvanada en un tiempo doble: por un lado, el homenaje a todos aquellos que han perecido en las violentas falanges de una ciudad fracturada; en el fondo y a contrapunto, el reflejo de un silencio detenido que murmura desde la imagen, para no olvidar aquello que nunca debió suceder. 



 

 

María Luz Cárdenas

Art Nexus 

No 101

2016

 

Corina Briceño se destaca por su extraordinaria capacidad para la investigación visual del entorno natural y urbano y laintegración de medios (artes gráficas, pintura, collage, dibujo, fotografías y video). Orienta su creación en un discursoque expresa los procesos de construcción-deconstrucción de la figura y el paisaje en exploraciones de campo, con unrefinado poder de síntesis de la imagen. Durante los últimos años radicalizó la fundamentación de sus conceptos hacia lafragilidad de la memoria, la acumulación-desaparición de los recuerdos y cómo esos procesos entrecruzan la vidacotidiana y la relación con la naturaleza y en  cómo la memoria puede alterar la percepción de lo que vemos, delo que sentimos o de lo podemos realizar. La exposición 125 Flores sostiene esa misma reflexión, pero esta vez lamemoria se desliza hacia el problema de la violencia galopante que ha invadido al entorno cotidiano venezolano.Briceño construye un estamento iconográfico y documental de talante poético que lleva el acto de la violencia a unaexpresión existencial profunda.

 

Dos ejes permiten la estructuración de los cimientos conceptuales del proyecto: el primero de ellos, de carácterprocesual, es la noción de recorrido. El segundo, de carácter existencial, es su reacción a la violencia galopante que hainvadido la vida  del  venezolano  y  convertido  a  Caracas  en  una  de  las  ciudades  más peligrosas del mundo.  

Aproximadamente en el año 2005, Corina inició un registro visual de sitios y situaciones que le llamaban a la reflexiónmuros intervenidos por indigentes, por ejemploy, posteriormente, fue identificando lugares emblemáticos a diferenteshoras del día desde el automóvil, en el trayecto  de su hogar al trabajo en el Instituto Armando Reverón. Las imágenesconstituyen un acervo del paso del tiempo y los cambios en la ciudad, en sus calles, edificios, monumentos… En unaépoca en que el ps se desvanece, este registro cobra la fuerza de la memoria.  Al recorrido que mantuvo consistenciadurante varios años,  se unió la segunda clave estructural que proviene de  la experiencia vital. El signo de laviolencia ha marcado a cada habitante de esta tierra  y ello no escapó de la sensibilidad de la artista, de manera quecuando observó el drástico crecimiento de las cifras de los caídos en el año 2014, no dudó en conjugar losacontecimientos con la iconografía del tránsito cotidiano, dando como resultado estas obras con una factura precisa y uncontenido desgarradoramente poético. Las fotografías, cuidadosamente seleccionadas y de períodos diferentes, fueronintervenidas con flores muy sutiles pintadas en acrílico y acuarela.

 

Las 125 flores señalan a las víctimas de un  genocidio procedente del hampa común, pero con el paso del tiempo, lasituación ha añadido en su haber la escasez de alimentos, medicinas y servicios como otras formas de violencia. En laexposición, ellas asumen simbólicamente la representación de una fracción los 390 asesinatos ocurridos aquel mes enque  la artista decidió abordar el problema: cayenas, lirios, malabares, rosas bien sea las flores completas o los pétalosfragmentados,  aparecen delicadamente para poblar,  como espectros, el itinerario acostumbrado entre las calles deCaracas.  Las tonalidades grises del fondo con edificaciones y monumentos a la luz del sol o difuminados entre lalluvia, refuerzan el color que apenas quiere ser nombrado. Algunas travesías se desvanecen entre las gotas y la niebla.Así, el icono de María Lionza en la Autopista del Este (una referencia cultural en el ps), levanta su voz entrebruma y una nube de flores blancas; en 12 azules y gotas el vidrio del automóvil y la lluvia diluyen al estadiouniversitario y sirven  de fondo a 12 flores azules que podrían también ser huellas de balas. En otras piezas comoCayenas y Bolívar, las Torres de El Silencio y el edificio de la Asamblea Nacional sobresalen nítidamente para dar pasoa una lluvia de sombras amarillas de cayenas. La ciudad cambia vertiginosamente y esta obra podría ser un documentográfico-estético de estos cambios, pues entre el momento de la toma fotográfica y la actualidad, ya han sido eliminadoslos ojos vergonzosos del dictador que parece contemplar la caída de la ciudad. Pero quizá la más emblemática pieza esRojo en el Puente, en donde una alcantarilla averiada, una yanta y una cayena roja clausuran la vía de unión entre laIglesia La Pagüita y el Parque El Calvario, acentuando la percepción de ausencia de vías de escape. Estas imágenes nosconducen al encuentro con un plano intangible, uno difuso y apenas perceptible que a veces nos negamos a reconocerpara no entrar en el dolor. Sin embargo, tambn redimen: lo interesante es que su talante poético no nos distrae delaullido que profieren como advertencia para no olvidar las vidas truncadas. Allí, en ese clamor de justicia que nos hierey nos golpea, la propuesta se vuelve contundente.

 

María Luz Cárdenas

Art Nexus 

No 101

2016





 

Comentarios